Fue una despedida sin ruptura, un amor que nunca clausuró; infinitamente, el eco silente que queda cuando todo termina… menos el recuerdo.
Una elegía de amor que no se gritó sigue resonando. Silencios llenos de sentido que son música dentro del alma.
Amor perdido que habla desde la distancia, en el tiempo.
Melodía que desemboca como cascada en caída libre; fuego abrazador, capaz de fundir los metales; viento que arrebata y siembra… eso fuimos.
No hubo un adiós, ni un beso que quedara grabado en el alma.
Nos separamos, como el alma se separa del cuerpo luego de una muerte pausada y serena.
El final que dio inicio a dos soledades; el cierre que abrió las puertas de la nostalgia.
El tiempo ha realizado su labor. Como escultor que talla, deshace y suaviza, ha difuminado las experiencias pasadas.
De lo que fuimos, tan solo un recuerdo lejano perdura, como trasto escondido, pero nunca olvidado…
Carta jamás enviada, poema guardado en la memoria, que pereció en el silencio.
Aunque he de confesar que tu sonrisa pícara, esa mirada de inocencia cómplice, aún permanecen en mi memoria,
como luminarias en el cielo de mis remembranzas…
Y es que, ¿cómo te olvido, sin olvidar que una vez te amé?

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