Parado frente al espejo, observo su silueta, su rostro, otrora juvenil, y ahora revelaba el paso del tiempo. Con mirada inquisidora, busco sus ojos reflejados en el cristal bruñido y se vio a sí mismo, como en un filme. Una melodía trascendió desde los ecos sonoros de su alma, con una prosa que sonaba como el vaivén de las olas del mar, que ocasionalmente llegan como suave caricia, besando la orilla de la playa. Por instantes, se fueron reflejando episodios de vidas lejanas, algunos dejando tras de sí destellos semejantes a las auroras boreales. Se trataba de aquellos momentos que perduran en la memoria. De igual modo, otros recuerdos se sucedieron, algunos sombríos y otros dolorosos. De pronto, de vuelta al presente, se desvanecieron los horizontes lejanos de vidas pasadas.
El espejo se personifica en interlocutor, sin palabras va mostrando el paso del tiempo sobre la faz de aquella imagen. Le expresa con voz callada que el ocaso se acerca, sin prisa, sin hacerse esperar, como las mareas que suben de manera imperceptible. Trae consigo una invitada, vestida de sutileza, que como sombra de la tarde cuando el sol se pone, va ocupando los espacios, adueñándose hasta de los momentos frente al espejo. Tiene nombre de mujer, tal cual huracán; que es desafío y proeza para el marino. Y tú, soledad, que traes consuelo en una mano, y desasosiego en la otra; a tu lado se puede sentir el estar extraviado en el laberinto de la vida. Pero en este momento, frente al espejo, no muestras consuelo, otorgas el decidir qué rumbo tomar. Es tiempo, el tiempo de un presente, que, así como el ocaso preludia a la noche, la aurora anuncia el amanecer.
Frente al espejo ya no se refleja una silueta; ahora, a través de la transparencia del cristal, se vislumbra un amanecer que se manifiesta en un mágico colorido de esperanza, llenando la habitación como piratas abordando un navío en alta mar. Una risa infantil, semejante al trino de un canario, despeja todas las sombras del ocaso. Su alegre algarabía se asemeja al amanecer, donde cada mañana la vida despierta, ofreciendo nuevos comienzos, desafíos, y esperanzas. Para quien sabe extraer fuerzas de la adversidad para continuar adelante.
Este simple hecho cotidiano puede pasar desapercibido ante una mente distraída. Pero frente al espejo, ocurrió un inicio trascendental. Un nuevo tiempo, en el que el ocaso se va difuminando hasta convertirse en amanecer. Un mosaico de imágenes que se componen ante una realidad, ¿subjetiva, objetiva? Cada mente es un universo. La experiencia que proporciona la vida a través de las vivencias va transformando la óptica de cada individuo. La soledad buscó refugio en el reflejo del espejo, así como el ocaso cedió paso al amanecer. El tiempo que resta, es irrelevante, ahí, frente al espejo, así como el sol ilumina un nuevo día, una revelación ilumino sus pensamientos, transformando toda su estructura, en cuanto a la forma de percibir el futuro, la visión de su nieto, su inocente alegría, la ternura con que le dirige sus miradas, renuevan todo el ser de aquel hombre parado frente al espejo. Insondables y misteriosos los caminos de Dios.

Deja un comentario