Este escrito nace de la memoria y del silencio.
No busca revivir un pasado, sino honrarlo.
Como el aroma de un café que persiste en la estancia aún después de que la taza se ha vaciado, así permanecen ciertas presencias, ciertos gestos, ciertas miradas que no se repiten… pero tampoco se olvidan.
Aquí habita un amor que no se fue del todo.
Que se quedó en los detalles: en el vapor que sube, en las manos que se rozaron, en el beso que no dimos.
Escribo estas líneas como quien susurra a través del tiempo, con la esperanza de que el eco alcance alguna orilla donde aún seas tú quien escuche.
Mi pensamiento, cual ave, eleva su vuelo y se remonta a los confines de mi memoria, donde habitan tus recuerdos. Planea sobre aquellas imágenes que pertenecen a un ayer que se presenta como si el tiempo no hubiera transcurrido. No son del pasado, sino de un eterno presente.
¡Oh! Se va desvaneciendo ese tiempo que se fue y que ya no volverá, como hojas que caen del árbol y que el viento arrastra hasta perderse en las profundidades de mi mente.
Te fuiste, o tal vez fui yo el que partió… El que se alejó sin un adiós, sin un te quiero. Sin aquel beso con sabor a recuerdo.
Tu ausencia es tan elocuente como lo fue tu aliento, embriagador, y el calor de tu cuerpo.
Y en el silencio que me envuelve, te dedico estas palabras sin voz, como quien reza sin fe pero con esperanza. Pensado en ti… y aún sin nombrarte, estás presente.
Un mar azul con destellos de verde, fue testigo silencioso y cómplice de nuestras tardes de amor, la arena calentada por el sol ardiente y tropical, quemaba nuestros pies, como tus labios encendian fuego en mi pecho. Y tu piel, que se doraba bajo aquel sol, ardía de pasión al roce de mis manos.
No sé si la vida o las corrientes del destino me permitirán volver a mirarme en tus ojos, de mirada dulce y apasionada. Si volveré a sentirte como entonces, al mirarnos desde la distancia…Hoy te escribo o tal vez lo hago para mi mismo, para este amor que aun habita en lo profundo de mi ser, quizás con la intención de entenderme, y de alguna manera honrar este sentimiento tan hermoso.
Aún persiste el vivo recuerdo de cuando nuestras manos se entrelazaron por primera vez, Celebracion del dia de las madres, poco interactuamos, pero ahora que lo evoco, las palabras nunca podría haber dicho lo que nuestras miradas comunicaron. Y es que se atraían, como los imanes atraen el metal, y ya al final de la tarde nuestras manos se entrelazaron, como si un lazo invisible y sutil las hubiese unido.
Desde aquel momento, en la oficina adopté el hábito de prepararte el café. Se convirtió en un rito compartido: silencioso, casi sagrado. Me complacía verte dar el primer sorbo, y esa mirada cómplice que me dirigías era mi recompensa.
Hoy preparo el mismo café, con el mismo aroma embriagador… pero tu mirada se me esfuma, igual que el humo que se eleva desde la taza.
El ritual del café.
El café no era solo café, era el preludio de nuestras mañanas, la tregua antes del mundo, el instante en que nuestras miradas se encontraban, por encima del vapor que ascendía, como un suspiro compartido. Yo lo preparaba a mi manera —con paciencia, como quien cuida algo frágil. Tu me observaba en silencio, sintiéndome antes de que dijera palabra alguna. A veces no hablábamos. No hacía falta. El primer sorbo lo tomábamos casi al mismo tiempo, como si ese gesto sellara un pacto invisible. Hoy, al preparar el café, me descubro esperando el sonido de tus pasos, el crujir suave de la silla al sentarte frente a mí… Pero sólo está el silencio. Y mi taza, que guarda aún el calor de lo que fuimos.
De aquel beso que no dimos, quedó solo el recuerdo de su ausencia.Tal vez, si hubiera existido, sería ahora mi consuelo, una prenda que nos protegiera del olvido. Pero no… solo resonaron ecos de tristeza en tu alma. Es un pensamiento sin amparo, como lluvia torrencial cayendo sobre las alas frágiles de un ave migratoria. El tiempo, que extiende su manto sobre todo lo existente, cubrió de manera silenciosa cuanto fuimos: nuestra conexión, la sincronía que nos hacía danzar al mismo ritmo. Y como ave que vuela hacia horizontes lejanos, así vuelan mis recuerdos: sin canto y sin trino.

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