Estímulo y motivación
A veces la vida nos sorprende con un susurro, una sonrisa o un cruce de miradas que parecen casuales, pero que en verdad llevan en sí un destino oculto. Son esos estímulos los que despiertan la motivación dormida, la fuerza que nos inspira a soñar y a escribir fragmentos de nuestra historia. En estas líneas, el estímulo y la motivación caminan de la mano del amor, dando forma a una narración donde lo humano se vuelve trascendente.
Quizás se trate de una historia, de amor…o tal vez, el relato, de cómo el estímulo y la motivación, se encontraron envueltos en el manto del amor.
El, nunca había estado motivado hacia nada que trascendiera más allá de lo que estaba frente a sus ojos.
Ella en cambio, poseedora de un espíritu curioso e inquieto, buscaba aquello que diera sentido a su vida.
En una tarde soleada, la brisa se desplazaba desde el este hacia el oeste, recorriendo cada rincón de la ciudad, llevando cual portavoz, los susurros encontrados en unos y recogiendo los ecos esparcidos por los otros.
La casualidad, maestra en diseñar y crear eventos, contó en aquella ocasión con la complicidad del viento. Con un susurro en el oído de él y un leve eco en el de ella, se dio inicio a un cruce de miradas y sonrisas…
El no estaba acostumbrado a impresiones fuertes, vivía habituado a la quietud de sus días.
Pero esta vez todo fue distinto: algo tocó su interior y lo dejó desconcertado.
En ese instante tuvo la sensación de haber bebido del agua de un manantial: estimulante en su sabor y frescura. Fue el despertar de una fuerza poderosa. El estímulo, vestido con la casualidad de una mirada y una sonrisa, había encendido la chispa; y la motivación sería la mano que escribiría esta historia.
¿De qué forma y de qué manera llega el estímulo a nuestras vidas, despertando esa poderosa fuerza que llamamos motivación… la misma que nos impulsa a escribir fragmentos de nuestra historia?
Y como toda historia destinada a tener un ápice de trascendencia, aguardaba todavía el instante que marcaría su verdadero comienzo…
Aquellas ojos que dialogaban en silencio y los gestos luminosos fueron el puente que dio inicio al diálogo. Las palabras fluían con transparencia, generando nuevas risas y miradas con pinceladas de coquetería y mutua complicidad.
Él, tocado por la mano invisible de Venus, vio caer un velo que hasta ahora le había cegado de la belleza de la vida. La epifanía de aquel instante de su vida era sencillamente maravillosa.
Ella, tocada por el dardo mágico de Cupido, percibió que aquel encuentro traería a su vida no solo cosas nuevas, sino algo trascendente, mostrándole una panorámica distinta del rumbo que tomaría su camino.
Las horas transcurrieron como agua de un arroyo corriente abajo; el tiempo consumió los instantes y la noche fue extendiendo su manto, cual sábana de seda.
Era el momento de un hasta luego; un apretón de manos sellaba el próximo encuentro, junto a un beso en la mejilla.
Él caminaba sin notar nada y percibiéndolo todo a la vez. Un mar de confusiones se movía en su alma; un temor desconocido intentaba protagonizar sus emociones.
Pero el recuerdo de aquellas miradas, tan profundas como estrellas en el firmamento, del blanco marfil que asomaba tras sus labios color cereza, y de la calidez de aquel apretón de manos —junto al suave roce de sus labios en su mejilla—, eran el estímulo que encendía su motivación para luchar y ganar el amor de aquel ángel enviado del cielo
Ella se alejaba en dirección a su hogar, mientras las emociones revoloteaban cual mariposas inquietas, ascendiendo desde el misterio de su estómago hasta vibrar en las cuerdas más sensibles de su alma. Su mente, entre la razón y el ensueño, repasaba cada instante vivido, y de aquellos estímulos brotaba la chispa que encendía su motivación, como un faro capaz de guiarla hacia la construcción de un mundo nuevo… un mundo compartido, tejido para dos.
Y así empezó a escribirse esta historia:
Cotidiana, en apariencia sin nada extraordinario, pero tejida de esos detalles imperceptibles que marcan un inicio. Lo externo —una mirada, una sonrisa— cobran vida al transformarse en estímulo, y este, como chispa sagrada, despierta una fuerza poderosa en lo más hondo de quien sabe hacer eco.
Como en el Big Bang, aquel estímulo fue la chispa inicial: un punto mínimo, imposible de medir, que contenía dentro de sí la inmensidad de lo que estaba por desplegarse, transformándolo todo y abriendo universos enteros en el interior de cada persona.
Autor: Franklin Aranguren

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