Existen el cómo… y el cuándo —algo por definirse en paralelo—el amor… y el cuándo. ¿Cómo no he de amar?
Estando en paralelo;
tu frente a mí,
con tu figura pasando como ninfa de mis sueños.
Y aunque no sé ni cómo ni cuándo,
has llegado,
algo de ti inunda todo mi ser.
Hay en tu mirar una afirmación
que parece negar lo que tus ojos dicen,
y me niegas con tu mirada
lo que mi corazón me dice que sí.
En paralelo te cruzas frente a mí,
me sonríes,
y en esa sonrisa vienen ocultos, delicadamente,
los secretos de tu piel,
una caricia envuelta en sutileza,
como aroma de flores, que seducen
al colibrí que ha de beber de su néctar.
Sueño despierto,
en que mi paralelo se alinee a tu cosmos
y formemos un solo universo.
El amor se hace verso,
y el verso, matizado en prosa, se disuelve —pero no desaparece—:
se convierte en polvo cósmico…
buscando su origen.
Allá, en lo profundo de tu mirada,
que nace de tus ojos negros como el azabache.
Tú aquí… y yo allá,
en paralelo.
Quizás desde la distancia, o tal vez a través del tiempo…
la esperanza —vestida de gala— se acerca.
Trae en una mano un pañuelo y un ramo de flores;
en la otra, un mensaje:
verso nacido del amor,
polvo cósmico,
envuelto en prosa.
Autor: Franklin Aranguren.

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