Notas del autor:
A veces la realidad se representa mejor desde la metáfora. Este texto nació en pausas breves, casi al margen del tiempo, como quien garabatea en el reverso de una agenda lo que no cabe en los titulares del día.
Aquí, la reflexión se disfraza de escena, y el pensamiento colectivo toma forma de teatro.
Una palabra flota —no se posa, no se pronuncia— y sin embargo, lo dice todo.
Consenso.
Esta es su historia suspendida.
Como las estelas, que al inicio se levantan con fuerza, para luego ir menguando hasta desaparecer…
Así fueron las circunstancias que se dieron en aquel entonces.
Se esforzó por tratar de entender, de manera objetiva y diáfana, todo cuanto sucedía a su alrededor.
Era como si tuviera que ir apartando, con sus propias manos, ramas y maleza para poder ver el interior del bosque.
Algunas personas expresaban su opinión o punto de vista desde un ángulo difuso, con ideas ambiguas, como quien dice:
«un tiro para la revolución y otro para el gobierno.»
Otras lo hacían desde una perspectiva abstracta, como si vivieran en un mundo surrealista.
Había quienes se expresaban con humor negro, como si lo catastrófico fuese motivo de celebración.
Ciertas expresiones tenían estilo, como si en vez de opinar, estuviesen componiendo una melodía o describiendo un cuadro de Reverón o Rivera.
Algunos discursos parecían más proclamas políticas que opiniones personales.
Una minoría se expresó con claridad y concisión, con coherencia de ideas y una perspectiva profundamente personal.
Otro grupo, muy pequeño, compartió sus pensamientos con ese toque lógico, coherente y gracioso que ofrecía una visión panorámica de los conceptos.
La escena se desarrollaba como si hubiese sido escrita por un dramaturgo: montada en el escenario, el telón desplegado…
con el detalle peculiar de que los actores eran también espectadores.
Los de las ideas ambiguas querían ocupar el centro del escenario, en un afán por obtener el rol principal.
Los del mundo surrealista se ubicaron en los alrededores, como pretendiendo tener el control de los bordes.
Los del humor negro se mantuvieron dispersos por el escenario; no presentaban unidad.
Las opiniones con estilo se acomodaron, con pose elegante, en una esquina del escenario, como evitando mezclarse con el conglomerado.
Los del discurso político pugnaban con los del humor negro por el centro de la escena.
Mientras tanto, los coherentes, tomados de las manos, se mantenían en actitud firme y serena.
Un eco de voces apagadas, susurrantes, era el fondo sonoro de la obra.
La iluminación se esparcía como un abanico sobre el escenario, siendo las zonas más iluminadas aquellas donde los actores se tomaban de las manos.
Una palabra flotaba sobre el escenario y se movía entre los actores.
Y es que, a pesar de existir dentro de la obra, no ocupa lugar preferencial entre los actuantes:
CONSENSO.
El telón no cae.
Se mantiene abierto, expectante…
como queriendo gritar:
Consenso.

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