Cada día trae consigo nuevas vivencias, donde lo real y lo imaginario pueden fundirse, como el cristal que da forma a una preciosa pieza de arte Murano, reflejando excelencia y dedicación en la actitud, determinante para la creación de algo significativo. La inspiración y el talento se entrelazan en el alma del artista. Surge en mi mente un pensamiento, una reflexión: cada ser humano posee un artista dentro de sí, alguien con historias que contar. Ya sea a modo de fábula, musical o tal vez una ópera como las de Vivaldi, cada historia encuentra su propia forma de trascender. Cada una está colmada de sentimientos, experiencias y lecciones de vida que, aunque puedan parecer efímeras en el vasto universo cósmico de la vida, dejan una estela imborrable, como un escritor deja huella en sus lectores, el compositor que evoca sentimientos con sus melodías, o el pintor que inmortaliza sonrisas, miradas o lágrimas en sus lienzos.
Siempre he imaginado fondos musicales para cada instancia de mi vida, desde las más cotidianas hasta las más trascendentales. Al correr para buscar a mi nieto en su colegio, «Evil Ways», de Carlos Santana, pareciera marcar el paso que llevo; es como si fuera yo quien interpretara todo el ritmo de esa melodía. En otras ocasiones, en el metro o en el autobús, observo los rostros de las personas: parecen tan lejanos (entiendo que es una percepción subjetiva), pero al colocarme los audífonos y disfrutar del ritmo vibrante de «Hay fuego en el 23», de la Sonora Ponceña, me doy cuenta de que no están lejanos. Simplemente soy yo quien está disfrutando de un ritmo ardiente que corre por mis venas, invitando a mis pies al movimiento. Y es que, precisamente, la cadencia de este ritmo, sus acordes, tienen la virtud de transformar nuestra percepción, de convertir un entorno impersonal en una vivencia vibrante y personal.
En cierta ocasión, mis ojos se toparon con los de una bella dama; su mirada y apariencia trajeron a mi mente los recuerdos de un antiguo amor de juventud. En ese momento escuchaba una canción de Eydie Gorme y los Panchos: «Sabor a mí». La vista de la dama y aquella melodía me transportaron, como en un sueño mágico, a aquellos momentos idílicos vividos en mi lejana juventud.
Muchos idiomas y lenguajes existen en el mundo, pero solo uno es universal: el arte, en sus diferentes manifestaciones. La música trasciende fronteras, no solo las geográficas, sino también las del alma; es la voz de aquello que no sabemos o no podemos expresar, creando conexiones profundas entre las personas. ¿Qué pareja de enamorados no comparte una canción que marcó un momento especial en sus vidas? Es un vínculo eterno que une corazones. ¡Oh, cuán hermosa es la música, con su mágico poder de encapsular el amor en una melodía! Y no quiero olvidar la danza: la magia de una silueta flotando, dando expresión corporal a una melodía. Bendito Dios, quien otorgó al ser humano el don de las artes.

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